jueves, 8 de enero de 2015

¿Qué es el Internet de las cosas?






El Internet de las cosas está de moda, es un término que está siendo muy utilizado en el entorno del mundo de la tecnología, pero lo cierto es que no todo el mundo conoce a qué se refiere en realidad ese término.

¿Acaso no está hecho Internet de cosas? Bueno, no estamos hablando de la composición propia de Internet, sino más bien de que la red llegue a todas las cosas. Básicamente, se trata de que todas las cosas del mundo estén conectadas a Internet. Hoy en día tenemos smartphones, tablet, ordenadores portátiles, dispositivos multimedia en el salón, e incluso las propias televisiones que se conectan a Internet. A esto habría que añadir las videoconsolas, e incluso los coches. Sin embargo, eso no es nada en realidad si pensamos en la gran cantidad de cosas que hay en el mundo. No solo los dispositivos electrónicos pueden conectarse a Internet.

El Internet de las cosas va mucho más allá. Algunos ejemplos de cosas conectadas a la red que podrían considerarse como parte de ese Internet de las cosas serían los electrodomésticos que están conectados. Ya existen frigoríficos, hornos y lavadoras que pueden ser controladas desde un smartphone gracias a la conexión a Internet con la que cuentan. Ese es solo el primer paso de lo que está por llegar. Tanto a nivel doméstico como a nivel profesional, el Internet de las cosas podría cambiar el mundo tal y como lo conocemos hoy. Pensemos solo en algunas de las aplicaciones que podrían llegar a tener lugar. Un agricultor debe conocer en todo momento las condiciones del campo en el que está cultivando. Su trabajo consistiría en comprobar regularmente la temperatura y humedad del campo y registrar estos datos en un ordenador. Pero supongamos que todos esos datos fueran monitorizados de manera automática y registrado en un servicio online, de manera que el agricultor tuviera en todo el momento el conocimiento de cómo está el campo de cultivo e incluso pudiera conocer cómo está en tiempo real. Y todavía hay más, con sensores lo suficientemente baratos, podría llegar a monitorizar absolutamente todas las plantas que están cultivando, conociendo cómo crecen y si están teniendo problemas algunas de ellas.

Sus aplicaciones domésticas podrían ser igual de importantes. Por ejemplo, podríamos disponer de sensores y controladores en diversos elementos de una casa. Seguro que nos ha ocurrido irnos de viaje y no estar seguros de si hemos quitado el fuego de la cocina, o si las persianas, ventanas o luces se han quedado tal y como queríamos. Todo sería tan sencillo como acceder al servicio con el que controlamos nuestra casa, y no solo comprobar que todo está de manera correcta, sino incluso modificar el estado de los mismos. O si por el contrario, vamos a volver en pocas horas a casa, podemos incluso programar cuándo queremos que comience a prepararse la comida. Cosas como regular la temperatura del hogar cuando estemos nosotros allí o encender las luces de manera automática, podrían ser hechos cotidianos de la vida. Es el Internet de las cosas, las cosas que nos rodean, que pasarían a estar permanentemente conectadas.
El problema de la seguridad

Obviamente, surge un problema vital que todavía habrá que resolver. Ya existen bombillas que podemos conectar a nuestro móvil, e incluso termostatos, pero cuando eso comience a expandirse de manera notable, comenzarán también a aparecer los hackers malintencionados que quieran tratar de molestar a los demás, o incluso ganar dinero con lo que hacen. Alguien podría tomar el control de nuestro hogar, y hoy en día no estamos preparados todavía para esto. Los sistemas de seguridad informática tendrán que avanzar de la misma manera que todos estos nuevos sistemas inteligentes que llegan a las cosas que nos rodean. El precio de estos sistemas, que irá descendiendo de manera progresiva, así como la seguridad de estos sistemas, son los dos obstáculos que todavía impiden que las casas inteligentes sean una realidad ahora mismo de manera masiva. No obstante, es cuestión de tiempo que estos obstáculos sean salvados.













Hoy, solo el 1% de los objetos del mundo está conectado, pero la revolución está a la vuelta de la esquina. Veamos las posibilidades y los problemas de esta hiperconexión.

El futuro tiene un nombre poético: el Internet de las cosas. The Internet of Things, como dicen los anglosajones, es una tendencia que moverá en las próximas décadas cantidades ingentes de dinero e ingenio. Detrás de este pastel, van a estar las grandes operadoras, pues el tráfico se multiplica; y los fabricantes de dispositivos de acceso y de red, pues se requerirán más ancho de banda e infraestructuras para hacerlo posible, además de miles de millones de sensores y aparatitos con capacidad de conexión.

También están muy expectantes los fabricantes de coches, los gestores del sector sanitario, las empresas de logística o de seguridad e incluso los políticos. Y es que el Internet de las cosas cambiará la faz de los hogares y permitirá tener información al minuto del transporte y de nuestros movimientos por la ciudad en la que vivimos, o de nuestras constantes vitales.





Objetos con una IP

Básicamente, esta hiperconexión consiste en que cada dispositivo que exista a nuestro alrededor vaya dotado de una dirección de Internet, y por tanto de capacidad para comunicarse con otros objetos. Es decir, Internet saldrá del redil de la informática y colonizará cualquier cacharrito que se nos ocurra, y otros que ni imaginamos.

Esa comunicación se hará por muchos medios: WiFi, WiMax, RFID, 3G, LTE, Bluetooth, NFC... «No solo hablamos de dispositivos que hoy ya tienen electrónica, como pueden ser una lavadora o un frigorífico, sino de otros que hasta ahora no la tenían, como una bombilla, un interruptor, un termostato, e incluso dispositivos mecánicos», dice Jordi Palet, CEO de la empresa Consulintel y experto en el protocolo IPv6, que será el que haga realidad este mundo hiperconectado.

Según Palet, el Internet de las cosas hará las delicias del más sibarita, permitiendo, por ejemplo, que la iluminación de la casa se adapte al programa de televisión que vemos sin que nosotros tengamos que mover un dedo. O detectando nuestro estado de ánimo y cansancio y seleccionando la música más apropiada, o incluso proponiendo los ingredientes de la cena según la actividad y consumo calórico del día.

«Controlar qué tenemos en la nevera desde el supermercado, iniciar una lavadora desde la oficina o activar el aire acondicionado cuando estamos en el coche, camino a casa, son solo algunas de las cosas que ya se pueden ver», asegura José María Zamora, director de mercadotecnia de LG, un fabricante que en el pasado CES de Las Vegas deslumbró con muchos de estos electrodomésticos inteligentes.

En 2016, habrá 258 millones de dispositivos conectados en España; seis por cada habitante


Comunicación M2M

El desarrollo del Internet de las cosas implica también que cada vez más las conexiones a Internet serán entre máquinas, y no entre personas que se mandan un mensaje por correo electrónico o mensajería instantánea. Es lo que en el sector se conoce como comunicación M2M (machine to machine, máquina a máquina), y que hará posible que cientos, miles de millones de sensores y chips repartidos por todos sitios comuniquen los datos que registran, ayudando así a regular el tráfico de las ciudades, a medir el consumo de energía del alumbrado público o a controlar los niveles de humedad en los bosques.

«Pienso que no solo mejoraremos la eficiencia energética, sino la calidad de nuestro trabajo y nuestro ocio», resume Palet. El resultado serán las ciudades inteligentes o smart cities. Gracias al rastro informativo que dejamos con nuestro móvil, con la tarjeta de crédito o con un simple trayecto en coche, los ayuntamientos y los gestores urbanos, tras un análisis, podrán prever atascos, gestionar mejor el aparcamiento y evitar las colas ante el funcionario de turno.




Para hacer todo esto posible, el número de aparatos conectados se multiplicará. En la actualidad, hay enchufados a Internet entre 8.000 y 10.000 millones de dispositivos, pero, en 2020, esta cantidad se habrá multiplicado por cuatro o cinco. Palet cree que estas previsiones se quedan cortas. «Pensemos en cuantos dispositivos tenemos en cada hogar.

Tan solo en enchufes, interruptores y bombillas puede haber una media de 50. Si sumamos a eso los contadores de agua, luz, gas, cortinas, persianas, dispositivos de ocio, televisores, ordenadores o sensores de temperatura, y luego agregamos prendas de vestir inteligentes, los cientos de aparatos que tiene un coche o las farolas de las calles, creo que nos vamos a quedar pero que muy cortos».

Eloy Fustero, director de marketing de Qualcomm, avanza que el mercado mundial de domótica o del hogar inteligente crecerá a razón de un 60% anual en los próximos cinco años. Como resultado, en 2017 habrá 90 millones de familias que disfrutarán de tecnología de este tipo en su casa. Por su parte, Miguel Bullón, responsable de Cisco Home Networking en el sur del Mediterráneo, echa mano de un estudio de su compañía para asegurar que el tráfico IP se multiplicará por 13 en España entre 2011 y 2016, y que ese año habrá 258 millones de dispositivos conectados (casi seis por cada habitante del país).


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