¿Qué ocurre cuando escribimos una dirección electrónica en nuestro navegador y damos "enter"? Una breve explicación de cómo circulan nuestros datos por la red. Prepárense para un viaje largo e inusual de miles de kilómetros alrededor del mundo.
Nuestros datos, tanto los que enviamos como los que recibimos, circulan a una velocidad vertiginosa por una compleja maraña de cables que, muchas veces, son más delgados que un cabello.
Después de recorrer cientos de kilómetros sobre la infraestructura montada por la empresa prestadora, nuestra información llega, por diversos caminos, al mar.
En los últimos años se produjo además un continuo aumento del tráfico que puede entenderse desde varias perspectivas: la multiplicación de conexiones domésticas, el hecho de que ahora todos los teléfonos y dispositivos móviles permitan la conexión a las redes, o la popularización del consumo de contenidos audiovisuales a través de Youtube o plataformas como Netflix.
Todo ese tráfico llega por conexiones a internet en nuestro país desde las estaciones de amarre de las tres empresas administradoras de cables submarinos ubicadas en esa localidad balnearia de la provincia de Buenos Aires, a 320 kilómetros de la Capital Federal.
A esas playas llegan cinco cables submarinos; el South America Crossing (SAC) de Level 3; el South America-1, de Telefónica; el Atlantis 2, de diferentes operadores americanos y europeos; el Bicentenario, de la uruguaya Antel y la argentina Telecom, y el Unisur, el más antiguo de todos, instalado a mediados de los noventa y fuera de servicio.
Estos cables submarinos conectan distintos puntos de los cinco continentes conformando una red de telecomunicaciones global, lo más parecido a una forma física para la internet.
¿Cómo son?
Se trata de cables de entre 8 y 15 centímetros de diámetro, cuyo núcleo está compuesto por cuatro pares de fibras de vidrio del grosor de un pelo humano e identificadas con distintos colores, que son capaces de transmitir hasta 20 terabytes de información a la vez.
Se trata de cables de entre 8 y 15 centímetros de diámetro, cuyo núcleo está compuesto por cuatro pares de fibras de vidrio del grosor de un pelo humano e identificadas con distintos colores, que son capaces de transmitir hasta 20 terabytes de información a la vez.
Los ocho capilares de fibra de vidrio están protegidos por una funda metálica y rodeados por una malla de acero que evita quiebres en el cable.
Además, los capilares de fibra de vidrio están dentro de una funda de cobre que transmite los 1.500 voltios necesarios para alimentar los repetidores que el cable lleva cada 60 kilómetros. También tienen una resina aislante de la electricidad que, a su vez, está envuelta en una protección plástica.
Para los tramos en los que el cable atraviesa zonas del lecho marino en los que puede enfrentar golpes o tironeos por pesca de arrastre o tráfico marino, se utiliza la versión más gruesa, que añade a la anterior un nuevo anillo doble de malla de acero y una segunda protección plástica.
Los cables que arriban a Las Toninas llegan desde la ciudad brasileña de Fortaleza, y en estaciones de amarre como la de Level 3 los técnicos controlan el funcionamiento y la operatividad del sistema todo el tiempo.
Una vez que nuestros datos "llegan al mar", comienzan un largo viaje que puede terminar del otro lado del Atlántico. Todo esto, claro, a una inmensa velocidad que hace que no nos demos cuenta de nada.
Hoy en Argentina las conexiones domésticas que se ofrecen en el mercado son de entre 2 y 4 megas; que tenían sentido cuando en cada casa había una computadora, pero ahora que el wifi es habitual y que en cada casa hay más de una computadora, hay teléfonos, tablets o televisores que se conectan a servicios como Nétflix, las empresas deben pensar en cómo optimizar las capacidades de lo que se conoce como la última milla, que es el tramo de la red que llega a los particulares.
Los cables que salen del mar en Las Toninas no solo prestan acceso a internet, sino que además portan la señal de redes privadas.
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